El despliegue de un variopinto grupo de robots que pueden rodar, caminar y volar es una estrategia inteligente para las operaciones de búsqueda y rescate —y también lo es confiar en que las máquinas tomen decisiones sobre el terreno—.
Investigadores están desarrollando interfaces cerebro-computadora que permitirían a personas con síndrome de enclaustramiento —y otras afecciones que les impiden hablar— comunicarse.
Un instrumento de última generación, a bordo de un rover marciano que aún no ha emprendido su viaje, puede ser la clave para responder la pregunta sobre la vida en el planeta rojo.
Los circuitos orgánicos flexibles que imitan a las células cerebrales biológicas podrían aumentar la velocidad de procesamiento y, algún día, quizás engancharse directamente a su cabeza.