Científicos examinan la investigación sobre la felicidad
Los estudios que afirman revelar estrategias para sentirse feliz son sometidos a una segunda mirada.
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Todos queremos ser felices —y, durante décadas, los psicólogos han intentado averiguar cómo alcanzar ese estado de felicidad—. Las numerosas encuestas y experimentos realizados en este campo han apuntado a una gran variedad de enfoques, desde regalar nuestras cosas a dejar de usar Facebook o forzarse a sonreír mostrando los dientes.
Pero la psicología ha sufrido graves trastornos en la última década, cuando los investigadores se dieron cuenta de que muchos estudios eran poco fiables e irrepetibles. Esto ha llevado a un examen más minucioso de los métodos de investigación psicológica, y el estudio de la felicidad no es una excepción. Entonces, ¿qué es lo que realmente nos hace felices? Bajo el microscopio más minucioso de hoy en día, algunas rutas hacia la felicidad parecen sostenerse, mientras que otras parecen no hacerlo, o todavía tienen que volver a probarse. Esto es lo que sabemos hasta ahora y lo que queda por evaluar, según un nuevo análisis publicado en el Annual Review of Psychology.
Ponerse la cara feliz
Una hipótesis que viene de hace tiempo es que sonreír nos hace sentir más felices. En un estudio clásico de 1988, los investigadores pidieron a 92 estudiantes universitarios de Illinois que sostuvieran un rotulador en la boca con los dientes, forzando una sonrisa poco natural, o con los labios, haciendo un puchero. A continuación, los estudiantes vieron cuatro ejemplos de cómics de The Far Side. En promedio, aquellos con las sonrisas forzadas encontraron los cómics de un solo panel ligeramente más graciosos que aquellos con los pucheros forzados.
Pero cuando 17 laboratorios de investigación diferentes se reunieron para volver a probar los efectos de la sonrisa forzada en 1.894 nuevos participantes, el hallazgo no se mantuvo, según informaron los investigadores en 2016.
La repetición del estudio fue parte de un esfuerzo más amplio para contrarrestar la crisis de reproducibilidad de la psicología, que en parte se ha atribuido a la variedad de formas en que los investigadores podrían examinar y volver a analizar sus datos hasta llegar a resultados publicables. “Es como disparar un montón de flechas a la pared y dibujar la diana después”, dice Elizabeth Dunn, psicóloga social de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver y coautora del nuevo artículo en Annual Review of Psychology.
Una solución ha sido que los científicos declaren públicamente, o registren previamente, sus planes de análisis antes de realizar sus experimentos. En otras palabras, dibujan primero la diana. Dunn y su estudiante de posgrado, Dunigan Folk, se centraron en estos estudios prerregistrados en su análisis, que redujo el vasto campo de la investigación sobre la felicidad a solo 48 artículos publicados. Brian Nosek, psicólogo de la Universidad de Virginia en Charlottesville y director ejecutivo del Centro para la Ciencia Abierta, cuyo objetivo es mejorar la reproducibilidad de la investigación, afirma que incluso esta pequeña cifra es alentadora. “La verdad es que me sorprendió que hubiera tantos trabajos que cumplieran los requisitos”, afirma. “Eso demuestra realmente que esta área de investigación ha adoptado muchas de estas nuevas prácticas para aumentar el rigor”.
El prerregistro por sí solo no garantiza que los resultados sean correctos, ni resuelve todos los problemas de reproducibilidad de la psicología. Los estudios de calidad también requieren métodos sólidos y conjuntos amplios y diversos de participantes, por ejemplo. Y, de hecho, la mayoría de los trabajos revisados eran de alta calidad en esas características, más allá del mero prerregistro, afirma Dunn. Los investigadores descubrieron que, incluso bajo el régimen de un escrutinio renovado, algunos de los caminos hacia la felicidad se mantenían, como practicar la gratitud, actuar de forma sociable y gastar dinero en otras personas.
Tomemos el ejemplo de la gratitud. En uno de los estudios recientes, los investigadores pidieron a cientos de padres que escribieran sobre cómo habían pasado la semana o que enviaran una carta de agradecimiento a un conocido. Expresar gratitud produjo estados de ánimo más positivos. En otro estudio reciente, los científicos pidieron a más de 900 estudiantes universitarios que expresaran su gratitud en cartas, textos o redes sociales, o que enumeraran sus actividades diarias. Los del grupo de la gratitud se mostraron más felices y satisfechos con su vida al día siguiente. En ambos casos, no está claro cuánto tiempo persistirían estos efectos.
Tres estudios prerregistrados diferentes señalaron la sociabilidad como beneficiosa. En uno, los científicos asignaron a 71 adultos a actuar de forma extrovertida — “atrevidos, habladores, extrovertidos, activos y asertivos”— durante una semana, y a otros 76 a ser “discretos, sensibles, tranquilos, modestos y callados”. Los participantes en el grupo extrovertido manifestaron un mejor estado de ánimo durante la semana de estudio, aunque los beneficios fueron menores para los introvertidos por naturaleza.
¡Y sorpresa!: Sonreír como método para fomentar la felicidad también se vio respaldado por una nueva investigación prerregistrada —una vez que los científicos cambiaron a sonrisas más naturales—. Unas dos docenas de laboratorios de 19 países diferentes trabajaron juntos para probar la instrucción de apretar un bolígrafo entre los dientes o de imitar la expresión de una persona sonriente en casi 4.000 sujetos. No funcionó lo de apretar el bolígrafo, pero las personas a las que se les dijo que imitaran una sonrisa mostraron un mejor estado de ánimo. Sorprendentemente, esto era cierto incluso si los sujetos no creían que funcionaría, según reportó otro equipo en 2023.
Los investigadores también han descubierto que los agentes externos pueden fomentar la felicidad de las personas. Dar dinero a las personas aumentaba su satisfacción con la vida, al igual que las intervenciones en el lugar de trabajo, tales como las siestas.
Dunn advierte, sin embargo, que la participación en estudios prerregistrados tiende a producir efectos pequeños sobre la felicidad en general, en parte porque los científicos no pueden masajear los datos para obtener cifras mayores. Si las intervenciones fueran un programa de alimentación, dice, los usuarios podrían perder unos dos kilos.
Buenas ideas, malos resultados
Otros enfoques bien conocidos sobre la felicidad no han estado a la altura de Dunn y Folk —al menos, no todavía—. Los investigadores no encontraron pruebas claras de los beneficios del voluntariado, la realización de actos de bondad al azar o la meditación. Por ejemplo, en un reciente estudio preinscrito se pidió a los participantes que realizaran actos de bondad para los demás, o para sí mismos, o simplemente que hicieran una lista de lo que hacían cada día. Ser amable con los demás durante un periodo de cuatro semanas no supuso ninguna diferencia en el bienestar.
Dunn y Folk no encontraron ningún estudio prerregistrado sobre hacer ejercicio o pasar tiempo en la naturaleza, dos estrategias recomendadas a menudo. Eso no significa que esas estrategias no funcionen o no puedan funcionar, afirma Dunn, sino que, tal y como está el panorama de los estudios prerregistrados, la investigación no se ha pronunciado al respecto. La pareja consideró solo dos estudios prerregistrados sobre meditación, y no incluyó investigaciones sobre meditación en personas con problemas de salud mental diagnosticados.
Tal rigor es admirable, pero también significa que se pueden pasar cosas por alto, dice Simon Goldberg, psicólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison. Goldberg estudia los efectos de la meditación en personas con problemas psicológicos como depresión y ansiedad. Señala que, debido a los estrictos criterios de Dunn y Folk, omitieron cientos de estudios sobre los beneficios de la meditación. “Es, en aras del rigor, tirar a muchos bebés con el agua del baño”, afirma. “Es realmente muy obvio que el entrenamiento en meditación reduce los síntomas de ansiedad y depresión”.
Dunn está de acuerdo en que la revisión solo cubrió la punta del iceberg de la investigación sobre la felicidad. Pero esa punta debería expandirse a medida que más psicólogos prerregistren su ciencia como parte de lo que algunos llaman un renacimiento en el campo. Como concluyen Dunn y Folk, “la investigación sobre la felicidad está en el umbral de una nueva era apasionante”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-011624-1
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