¿Eh? El valioso papel de las interjecciones
Expresiones como um, wow y mm-hmm no son basura, sino que mantienen la fluidez de la conversación.
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Escuche con atención una conversación y se dará cuenta de que los interlocutores utilizan muchas cuasipalabras —mm-hmm, um, ¿eh? y similares— que no transmiten ninguna información sobre el tema de la conversación en sí. Durante décadas, los lingüistas han considerado estas expresiones como ruido irrelevante, los restos que se acumulan en los márgenes de la lengua cuando los hablantes no son tan elocuentes como les gustaría.
Pero estas palabritas pueden ser mucho más importantes que eso. Algunos lingüistas piensan ahora que, lejos de ser un detritus, pueden ser señales de tráfico cruciales para regular el flujo de la conversación, así como herramientas para negociar el entendimiento mutuo. Esto las sitúa en el corazón del propio lenguaje —y puede que sean la parte más difícil de dominar para la inteligencia artificial—.
“Se trata de un fenómeno que tenemos delante de nuestras narices y del que apenas nos habíamos dado cuenta”, afirma Mark Dingemanse, lingüista de la Universidad Radboud, en los Países Bajos. “Resulta que pone patas arriba nuestras ideas sobre lo que hace posible un lenguaje complejo”.
Durante la mayor parte de la historia de la lingüística, los estudiosos han tendido a centrarse en el lenguaje escrito, en gran parte porque era lo que tenían en los archivos. Pero cuando se empezó a disponer de grabaciones de conversaciones, se pudo empezar a analizar el lenguaje hablado del mismo modo que el escrito.
Cuando lo hicieron, observaron que las interjecciones —es decir, breves enunciados de solo una o dos palabras que no forman parte de una frase más larga— eran omnipresentes en el habla cotidiana. “Uno de cada siete enunciados es una de estas cosas”, afirma Dingemanse, que analiza el uso de las interjecciones en el Annual Review of Linguistics 2024. “Uno se encuentra con uno de esos vocablos cada 12 segundos. Por lo visto, los necesitamos”.
Muchas de estas interjecciones sirven para regular el flujo de la conversación. “Piensa en ello como un kit de herramientas para dirigir las interacciones”, dice Dingemanse. “Si quieres tener conversaciones ágiles, estas son las herramientas que necesitas”. Un um o un uh del interlocutor, por ejemplo, indica que está a punto de hacer una pausa, pero no ha terminado de hablar. Por otro lado, un “¿qué?” o un “¿eh?” rápido del oyente puede indicar un fallo de comunicación que el interlocutor debe reparar.
Esa necesidad parece ser universal: en un estudio de 31 lenguas de todo el mundo, Dingemanse y sus colegas descubrieron que todas ellas utilizaban una sílaba corta y neutra similar a ¿eh? como señal de reparación, probablemente porque es rápida de producir. “En ese momento de dificultad, vas a necesitar la palabra interrogativa más simple posible, y eso es lo que es ¿eh?”, dice Dingemanse. “Creemos que todas las sociedades tropezarán con esto, por la misma razón”.
“Si quieres tener conversaciones ágiles, estas son las herramientas que necesitas”.
— MARK DINGEMANSE
Otras interjecciones sirven como lo que algunos lingüistas llaman “continuadores”, como mm-hmm —señales del oyente de que está prestando atención y el hablante debe continuar—. Una vez más, la forma de la palabra se adapta bien a su función: como mm-hmm se pronuncia con la boca cerrada, queda claro que el emisor no tiene intención de hablar.
Los lenguajes de señas suelen manejar los continuadores de forma diferente, pero, por otra parte, dos personas haciendo señas al mismo tiempo pueden ser menos molestas que dos personas hablando, dice Carl Börstell, lingüista de la Universidad de Bergen, Noruega. En la lengua de señas sueca, por ejemplo, los oyentes suelen decir sí durante largos ratos, pero para que no moleste, el emisor suele mantener las manos más bajas de lo habitual.
Distintas interjecciones pueden enviar señales ligeramente diferentes. Pensemos, por ejemplo, en una persona que describe a otra cómo construir un mueble de IKEA, explica Allison Nguyen, psicolingüista de la Universidad Estatal de Illinois. En una conversación de este tipo, mm-hmm podría indicar que el interlocutor debe seguir explicando el paso actual, mientras que sí u OK implicarían que el oyente ha terminado con ese paso y es hora de pasar al siguiente.
¡Vaya! Hay más
Según Dingemanse, los continuadores no son mera cortesía —sino que realmente son importantes en una conversación—. En un experimento clásico de hace más de dos décadas, 34 estudiantes universitarios escucharon cómo otro voluntario les contaba una historia. Algunos de los oyentes emitieron las señales habituales de “estoy escuchando”, mientras que otros —a los que se había ordenado contar el número de palabras que empezaban por la letra t— estaban demasiado distraídos para hacerlo. Según los investigadores, la falta de señales normales por parte de los oyentes hizo que las historias estuvieran peor elaboradas. “Esto demuestra que estas palabritas son muy importantes”, afirma Dingemanse.
Nguyen está de acuerdo en que esas palabras están lejos de carecer de sentido. “Realmente contribuyen mucho al entendimiento mutuo y a la conversación”, afirma. Ahora está trabajando para ver si los emojis cumplen funciones similares en las conversaciones de texto.

Los narradores dependen de las respuestas de sus oyentes, como mm-hmm y otras interjecciones. En este experimento, se pidió a algunos oyentes que contaran el número de veces que el narrador utilizaba una palabra que empezaba por “t” —una tarea difícil que les impedía dar una retroalimentación normal—. La calidad de la narración disminuyó significativamente, con problemas como finales abruptos, divagaciones, ritmo irregular o entrecortado y exceso de explicaciones o justificaciones.
El papel de las interjecciones va más allá de regular el flujo de la conversación. Las interjecciones también ayudan a negociar las reglas básicas de una conversación. Cada vez que dos personas conversan, tienen que ponerse de acuerdo sobre el punto de partida de cada una: qué sabe cada participante para empezar, qué cree que sabe la otra persona y cuántos detalles quiere oír. Gran parte de este trabajo —lo que los lingüistas llaman “fundamentación”— se lleva a cabo mediante interjecciones.
“Si te estoy contando una historia y dices algo como ‘¡Wow!’, puede que me parezca alentador y añada más detalles”, dice Nguyen. “Pero si haces algo como ‘Ajá’, voy a suponer que no te interesan más detalles”.
Según Martina Wiltschko, lingüista teórica de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats de Barcelona, España, una parte fundamental de la fundamentación consiste en averiguar qué piensa cada participante sobre los conocimientos del otro. Algunas lenguas, como el mandarín, diferencian explícitamente entre “te estoy diciendo algo que no sabías” y “te estoy diciendo algo que creo que ya sabías”. En inglés, esa tarea recae en gran medida en las interjecciones.
Uno de los ejemplos favoritos de Wiltschko es el canadiense ¿eh? “Si te digo que tienes un perro nuevo, normalmente no te estoy contando cosas que no sepas, así que es raro que te lo diga”, dice. Pero “Tienes un perro nuevo, ¿eh?”elimina la rareza al indicar que la afirmación es una novedad para el hablante, no para el oyente.
Otras interjecciones pueden indicar que el interlocutor sabe que no está dando al otro participante lo que buscaba. “Si me preguntan qué tiempo hace en Barcelona, puedo decir: ‘Bueno, todavía no he salido’”, dice Wiltschko. El bueno es un reconocimiento de que no está respondiendo del todo a la pregunta.
Wiltschko y sus alumnos han examinado ya más de 20 lenguas, y todas ellas utilizan palabritas para negociaciones como esta. “No he encontrado ninguna lengua que no haga estas tres cosas generales: lo que yo sé, lo que yo creo que tú sabes y el turno de palabra”, dice. Son fundamentales para regular las conversaciones, añade: “Estamos construyendo un terreno común, y estamos tomando turnos”.
Detalles como este no son solo arcanos que obsesionan a los lingüistas. Utilizar correctamente las interjecciones es fundamental para hablar una segunda lengua con fluidez, señala Wiltschko, pero los profesores suelen ignorarlas. “En la enseñanza de idiomas, te quitan puntos por usar ums y uhs, porque ‘no hablas con fluidez’”, dice. “Pero los hablantes nativos los usan, ¡porque ayuda! Deberían enseñarse”. La inteligencia artificial también puede tener problemas para utilizar bien las interjecciones, señala, lo que las convierte en la mejor forma de distinguir entre una computadora y un ser humano real (lea el recuadro).
“Estamos construyendo un terreno común, y estamos tomando turnos”.
— MARTINA WILTSCHKO
Las interjecciones también son una ventana abierta a las relaciones interpersonales. “Estos pequeños marcadores dicen mucho de lo que uno piensa”, afirma, y son más difíciles de controlar que el contenido en sí. Tal vez los terapeutas de pareja, por ejemplo, descubran que las interjecciones ofrecen información útil sobre cómo sus clientes se consideran entre sí y cómo negocian el poder en una conversación. La interjección suele indicar confrontación, como en la diferencia entre “¿Quieres salir a cenar?” y “Oh, ¿así que ahora quieres salir a cenar?”
De hecho, estas pequeñas palabras van directas al corazón del lenguaje y para qué sirve. “La lengua existe porque necesitamos interactuar unos con otros”, dice Börstell. “Para mí, esa es la principal razón del éxito de la lengua”.
Dingemanse va un paso más allá. Las interjecciones, dice, no solo facilitan nuestras conversaciones. Al negociar puntos de vista y fundamentos, también son la forma en que el lenguaje habla de hablar.
“Con ¿eh? no dices solo ‘no lo he entendido’”, dice Dingemanse. “Es ‘entiendo que intentas decirme algo, pero no lo he entendido’”. Esa reflexividad permite un discurso y un pensamiento más sofisticados. De hecho, dice, “no creo que tuviéramos un lenguaje complejo si no fuera por estas palabras sencillas”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-032025-1
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