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CREDIT: MULIKOV ©123RF.COM

Cinco misterios sobre la leche materna

DE NUESTRO ARCHIVO: Lo poco que sabemos sobre la lactancia materna nos dice mucho —imagínese si supiéramos más—.


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Esta nota es del archivo de Knowable Magazine. Se publicó originalmente en agosto de 2018.

La leche materna, una mezcla exquisitamente hecha a la medida de grasas, proteínas, vitaminas y minerales, proporciona todos los nutrientes que necesita un bebé indefenso —y mucho más—. Se cree que la leche materna protege contra enfermedades, establece un sistema digestivo saludable e incluso influye en el comportamiento del niño. Sin embargo, sabemos mucho menos de lo que podríamos sobre esta importante sustancia, afirma la investigadora en lactancia Katie Hinde, de la Universidad Estatal de Arizona.

En una charla TED de 2016, Hinde señaló que se realizan más estudios sobre el café, el vino o los tomates que sobre la leche materna humana. (La base de datos académica Web of Science identificó alrededor de 1.200 artículos científicos publicados en 2017 con el término de búsqueda “leche materna”, en comparación con casi 3.500 con el término “tomates”). “La leche materna”, afirma Hinde, “no ha sido una prioridad en la investigación".

Pero la investigación está ganando terreno. A continuación, presentamos cinco misterios sobre la leche materna que los científicos están tratando de desentrañar.

Amamantar a bebés enfermos

Está bien establecido que la leche humana (así como el líquido conocido como calostro que producen las madres los primeros días después del nacimiento) contiene factores protectores, como anticuerpos, que ayudan al bebé a prevenir infecciones. Pero las investigaciones sugieren que los componentes inmunitarios de la leche podrían aumentar cuando los bebés más los necesitan. Un estudio de 2013 descubrió que cuando tanto las madres como los bebés estaban resfriados, los niveles de glóbulos blancos en la leche se multiplicaban por 64. Pero incluso cuando solo los bebés estaban enfermos, los niveles de glóbulos blancos seguían aumentando 13 veces. “Es un aumento bastante grande”, dice la autora principal del estudio, Foteini Kakulas (antes Hassiotou), bióloga celular e investigadora de lactancia de la Universidad de Australia Occidental.

Un segundo estudio descubrió que la lactoferrina —una molécula inmunitaria que desempeña diversas funciones protectoras, como perforar las paredes de las bacterias dañinas— se elevaba en las semanas previas y posteriores a la enfermedad de un bebé. Una vez más, las madres no manifestaron estar enfermas, aunque los autores escriben que “es casi seguro” que se diera un subregistro de enfermedad por parte de las madres.

¿Cómo podría funcionar esto? La explicación más probable es que la saliva del bebé que viaja de vuelta a través de los conductos mamarios de la madre lleva consigo un informe sobre el estado de salud del bebé, dice Kakulas. “Cuando la saliva del bebé se transfiere de vuelta al pecho... es muy lógico que el patógeno que está provocando la enfermedad también se transfiera”.

Cortes transversales frontal y lateral de una mama humana. Una tercera figura muestra un grupo de alvéolos conectados a los conductos lácteos.

Estas ilustraciones del siglo XIX dan una idea del funcionamiento interno de los senos. La leche se produce y se almacena en los alvéolos, representados como grupos de esferas blancas. Los conductos galbánicos ramificados transportan la leche desde los alvéolos hasta el pezón. Los vasos linfáticos (a la izquierda, en la figura 1) también atraviesan el tejido mamario, transportando fluidos y células.

CRÉDITO: COLECCIÓN ABECASIS / SCIENCE SOURCE

Señales de sueño en la leche

Como bien saben los padres primerizos, los bebés no nacen con un horario de sueño establecido. ¿Podría la leche materna ayudar a fijarlo? Tanto la hormona del sueño, la melatonina, como su precursor, el triptófano, están presentes en la leche materna humana y ambos parecen fluctuar en un ciclo que podría ayudar a los bebés a dormir o despertarse. Un estudio de 2016 descubrió que los niveles de melatonina eran, en promedio, casi cinco veces más altos en la leche materna producida por la noche que durante el día.

Las investigaciones sugieren que los componentes inmunitarios de la leche podrían aumentar cuando los bebés más los necesitan.

Otro informe, de 2017, descubrió que los niveles de las hormonas cortisona y cortisol eran más altos en la leche materna de la mañana que en la leche producida por la tarde, y por la noche. Tanto la cortisona como el cortisol intervienen en la respuesta del cuerpo al estrés, y el cortisol sirve para poner en marcha nuestra fisiología cuando llega la hora de despertarse.

Sin embargo, aún no está claro si estas señales permiten realmente que el ritmo diario de la madre determine el ciclo de sueño-vigilia de su bebé, afirma Hinde. Tampoco está claro qué puede significar la falta de estas sustancias químicas para los bebés alimentados con leche de fórmula, o qué puede ocurrir con los patrones de sueño si los bebés beben leche extraída en otro momento del día. “Sabemos que los bebés tienen los receptores de estas hormonas en su organismo y que las hormonas procedentes de la madre se unen a los receptores del bebé”, afirma. “Pero, ¿qué significa que no reciban esa señal? No lo sabemos”.

Alimentar la microbiota intestinal

La leche materna no es solo alimento para los bebés, sino también para los billones de microbios que se instalan en su sistema digestivo, una comunidad denominada microbioma intestinal humano. Investigaciones recientes sugieren que la leche materna puede haber evolucionado para promover el crecimiento de microbios que ayudan a mantener sanos a los bebés.

“El tercer componente más importante de la leche materna no está ahí para alimentar a los bebés, sino para alimentar a los microbios”, afirma el microbiólogo David Mills, de la Universidad de California, en Davis. Se refiere a los oligosacáridos de la leche humana, cadenas complejas de azúcares que se encuentran en la leche materna. (Mills ha creado una empresa de probióticos basada en su investigación). Estos azúcares complejos refuerzan los tipos de bacterias intestinales que pueden digerir los compuestos y convertirlos en ácidos grasos de cadena corta, que los bebés necesitan para crecer.

La leche materna no es solo alimento para los bebés, sino también para los billones de microbios que se instalan en su sistema digestivo.

Aún no está claro qué define un microbioma intestinal saludable en los bebés, ni cómo cambia ese sistema a medida que los bebés se desarrollan. Además, los científicos no se ponen de acuerdo sobre cómo se forma el microbioma: ¿los microbios clave llegan al intestino no colonizado del recién nacido a través de la leche materna, o provienen de otras fuentes, como el líquido amniótico o la piel de la madre?

Variaciones en la leche

No toda la leche materna es igual: puede variar en los niveles de proteínas, grasas, azúcares, hormonas y otros componentes. Pero la leche materna no solo difiere de una madre a otra. También puede variar cuando la misma madre amamanta a diferentes bebés y a lo largo del desarrollo del bebé.

También puede cambiar en función del sexo del bebé. Trabajando con monos rhesus, Hinde descubrió que las madres producen más leche para las crías hembras, pero más rica en grasas para las crías machos. Observó diferencias similares entre sexos cuando analizó minuciosamente los registros de lactancia de más de un millón de vacas.

Si este tipo de diferencias se trasladan a la leche humana, comprenderlas podría ayudar a optimizar la leche de fórmula o la leche de donantes para los bebés que no tienen acceso a la leche de su propia madre, afirma Hinde. Pero los científicos solo han comenzado a caracterizar esta variación y los factores que la impulsan.

Una pizca de células madre

En 2007, científicos descubrieron un ingrediente inesperado en la leche materna humana: células madre. Estas células conservan la flexibilidad que la mayoría de las células adultas han perdido y pueden formar una amplia variedad de tejidos. En un estudio de 2014, los científicos rastrearon células madre individuales de las mamas de ratones lactantes. Descubrieron que las células cruzaban las paredes del estómago de las crías, pasaban a la circulación y se alojaban en los tejidos en desarrollo de todo su cuerpo. Cuando los ratones crecieron, las células de sus madres seguían allí y se habían convertido en tejidos maduros junto con las células de los propios bebés.

Organoides en una placa

Las células madre extraídas de la leche materna cobran vida propia en el laboratorio, formando masas similares a órganos que recuerdan a los alvéolos productores de leche de la mama. Al igual que los alvéolos, estos organoides cultivados en laboratorio pueden producir leche.

CRÉDITO: F. KAKULAS / INFANT JOURNAL 2015

En una placa de laboratorio, los científicos han cultivado células madre extraídas de la leche materna humana y las han estimulado para que formen masas similares a órganos con extremos esféricos que recuerdan a los alvéolos que componen las glándulas mamarias. Estos organoides podrían incluso producir leche.

Nadie sabe aún cómo afectan estas células al desarrollo infantil ni qué les ocurre a los bebés que no las reciben, otro misterio más que añadir a la lista de cosas que nos gustaría saber.

Artículo traducido por Debbie Ponchner

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