El potencial sin explotar de las células madre de la sangre menstrual
Las células madre menstruales, ignoradas durante mucho tiempo, podrían tener importantes aplicaciones médicas, como el diagnóstico de la endometriosis.
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Hace unos 20 años, una bióloga llamada Caroline Gargett buscó unas células extraordinarias en un tejido extirpado durante una histerectomía. Las células procedían del endometrio, que recubre el interior del útero. Cuando Gargett cultivó las células en una placa de Petri, parecían grumos redondos rodeados de un medio transparente y rosado. Pero al examinarlas al microscopio vio lo que buscaba: dos tipos de células, una plana y redondeada y otra alargada y cónica, con protuberancias en forma de bigotes.
Gargett tenía fundadas sospechas de que se trataba de células madre adultas, unas células raras y autorrenovables, algunas de las cuales pueden dar lugar a muchos tipos de tejidos diferentes. Ella y otros investigadores llevaban mucho tiempo pensando que el endometrio contenía células madre, dada su notable capacidad para regenerarse cada mes. Este tejido, que sirve de lugar de implantación del embrión durante el embarazo y se desprende durante la menstruación, se desprende y vuelve a crecer unas 400 veces antes de que la mujer llegue a la menopausia. Pero, aunque los científicos habían aislado células madre adultas de muchos otros tejidos que se regeneran —como la médula ósea, el corazón y los músculos—, “nadie había identificado células madre adultas en el endometrio”, afirma Gargett.
Estas células son muy apreciadas por su potencial para reparar tejidos dañados y tratar enfermedades como el cáncer o la insuficiencia cardíaca. Sin embargo, su número es bajo en todo el organismo y su obtención puede resultar complicada, ya que requiere una biopsia quirúrgica o la extracción de médula ósea con una aguja. La posibilidad de una fuente de células madre adultas sin explotar hasta entonces ya era emocionante de por sí sola, afirma Gargett. Y también planteaba la interesante posibilidad de un nuevo abordaje de enfermedades femeninas históricamente desatendidas, como la endometriosis.
Antes de poder afirmar que las células eran realmente células madre, Gargett y su equipo de la Universidad de Monash, en Australia, tuvieron que someterlas a una serie de rigurosas pruebas. En primer lugar, midieron la capacidad de las células para proliferar y autorrenovarse, y descubrieron que algunas de ellas podían dividirse en unas 100 células en una semana. También demostraron que las células podían diferenciarse en tejido endometrial e identificaron ciertas proteínas reveladoras presentes en otros tipos de células madre.
Gargett, que ahora también trabaja en el Instituto Hudson de Investigación Médica de Australia, y sus colegas caracterizaron varios tipos de células autorrenovables del endometrio. Pero solo las células con bigotes, llamadas células madre mesenquimales del estroma endometrial, eran realmente “multipotentes”, con capacidad para convertirse en células adiposas, óseas o incluso en las células musculares lisas de órganos como el corazón.
Por la misma época, dos equipos de investigación independientes hicieron otro descubrimiento sorprendente: algunas células madre mesenquimales del estroma endometrial podían encontrarse en la sangre menstrual. A Gargett le sorprendió que el cuerpo se desprendiera tan fácilmente de sus preciadas células madre. Puesto que son tan importantes para la supervivencia y el funcionamiento de los órganos, no creía que el cuerpo las “desperdiciara” desprendiéndose de ellas. Pero enseguida se dio cuenta de la importancia del hallazgo: en lugar de recurrir a una biopsia quirúrgica invasiva para obtener las escurridizas células madre que había identificado en el endometrio, podía recogerlas a través de la copa menstrual.
Desde entonces, estudios más detallados del endometrio han ayudado a explicar cómo un subconjunto de estas preciadas células madre endometriales —denominadas células madre menstruales— acaban en la sangre menstrual. El endometrio tiene una capa basal más profunda que permanece intacta y una capa funcional superior que se desprende durante la menstruación. Durante un ciclo menstrual, el endometrio se engrosa y se prepara para nutrir al óvulo fecundado, y luego se encoge a medida que la capa superior se desprende.
El equipo de Gargett ha demostrado que estas células madre especiales están presentes tanto en la capa inferior como en la superior del endometrio. Las células suelen envolver los vasos sanguíneos en forma de medialuna, donde se cree que ayudan a estimular la formación de vasos y desempeñan un papel vital en la reparación y regeneración de la capa superior de tejido que se desprende cada mes durante la menstruación. Esta capa es crucial para el embarazo, ya que proporciona soporte y alimento al embrión en desarrollo. La capa, y las células madre endometriales que estimulan su crecimiento, también parecen desempeñar un papel importante en la infertilidad: un embrión no puede implantarse si la capa no se engrosa lo suficiente.
Las células madre endometriales también se han relacionado con la endometriosis, una dolorosa enfermedad que afecta a alrededor de 190 millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Aunque no se conocen todos los pormenores de esta enfermedad, la hipótesis de los investigadores es que uno de los factores que contribuye a ella es el reflujo de la sangre menstrual hacia las trompas de Falopio, los conductos que transportan el óvulo desde los ovarios hasta el útero. Este reflujo lleva la sangre a la cavidad pélvica, un espacio en forma de embudo entre los huesos de la pelvis. Las células madre endometriales que se depositan en estas zonas pueden hacer que crezca tejido similar al endometrial fuera del útero, dando lugar a lesiones que pueden causar un dolor insoportable, cicatrices y, en muchos casos, infertilidad.
Los investigadores siguen desarrollando una prueba fiable y no invasiva para diagnosticar la endometriosis, y las pacientes esperan en promedio casi siete años antes de recibir un diagnóstico. Pero los estudios han demostrado que las células madre extraídas de la sangre menstrual de mujeres con endometriosis tienen formas y patrones de expresión génica diferentes de las células de mujeres sanas. Varios laboratorios trabajan en la utilización de estas diferencias en las células madre menstruales para identificar a las mujeres con mayor riesgo de padecer la enfermedad, lo que podría acelerar el diagnóstico y el tratamiento. Las células madre menstruales también pueden tener aplicaciones terapéuticas. Algunos investigadores que trabajan con ratones, por ejemplo, han descubierto que la inyección de células madre menstruales en la sangre de los roedores puede reparar el endometrio dañado y mejorar la fertilidad.
Otras investigaciones en animales de laboratorio sugieren que las células madre menstruales podrían tener potencial terapéutico más allá de las enfermedades ginecológicas. En un par de estudios, por ejemplo, la inyección de células madre menstruales en ratones diabéticos estimuló la regeneración de células productoras de insulina y mejoró los niveles de azúcar en sangre. En otro, el tratamiento de lesiones con células madre o sus secreciones ayudó a cicatrizar heridas en ratones.
Un puñado de pequeños pero prometedores ensayos clínicos han descubierto que las células madre menstruales pueden trasplantarse a humanos sin efectos secundarios adversos. El equipo de Gargett también intenta desarrollar terapias humanas. Ella y sus colegas están utilizando células madre endometriales —las extraídas directamente del tejido endometrial, en lugar de la sangre menstrual— para diseñar una malla destinada a tratar el prolapso de órganos pélvicos, una dolencia frecuente y dolorosa en la que la vejiga, el recto o el útero se introducen en la vagina debido a músculos débiles o lesionados.
Esta afección suele estar causada por el parto. Los tratamientos existentes utilizan mallas sintéticas para reforzar y sostener los tejidos pélvicos débiles. Pero las reacciones inmunitarias adversas a estos materiales han obligado a retirar estas mallas del mercado. La investigación de Gargett —hasta ahora realizada solo en modelos animales— sugiere que el uso de células madre endometriales de la propia paciente para recubrir las mallas biodegradables podría dar mejores resultados.
A pesar de la relativa conveniencia de recolectar células madre adultas multipotentes de la sangre menstrual, la investigación que explora y utiliza el poder de las células madre —y su papel potencial en las enfermedades— todavía representa una pequeña fracción de la investigación con células madre, dice Daniela Tonelli Manica, antropóloga de la Universidad Estatal de Campinas en Brasil. En 2020, la investigación con células madre menstruales representaba solo el 0,25 % de toda la investigación con células mesenquimales, mientras que las células madre de la médula ósea representaban el 47,7 %.
Manica atribuye la lenta adopción de las células madre menstruales en parte a las ideas misóginas de que los úteros están fuera de la norma, y a las reacciones de asco. “No cabe duda de que la sangre menstrual tiene algo de ‘desagradable’”, afirma Victoria Male, inmunóloga reproductiva del Imperial College de Londres y coautora de un artículo sobre las células inmunitarias uterinas en el Annual Review of Immunology de 2023.
Los tabúes culturales que rodean a la menstruación —y la falta general de inversión en investigación sobre la salud de la mujer— pueden dificultar la obtención de financiación, afirma Gargett. La inmunóloga Male se ha enfrentado a retos similares: era más fácil obtener financiación cuando estudiaba las células inmunitarias en el trasplante de hígado que ahora que trabaja con las células inmunitarias del útero, afirma.
“Si queremos más investigación sobre fluidos menstruales, necesitamos más financiación”, dice Male, señalando que la logística de recoger fluidos menstruales durante varios días puede ser costosa. Para que eso ocurra, “tenemos que abordar el sesgo de sexo y género en la financiación de la investigación”. Con inversiones más equitativas, ella y otros esperan que la menstruación sea reconocida como una nueva y apasionante frontera de la medicina regenerativa —y no solo como un inconveniente mensual—.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-022024-1
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