Las ciudades más calientes están cartografiando sus puntos más cálidos, calle por calle
En áreas metropolitanas como Reno, Nevada, científicos ciudadanos salen a la calle para recopilar datos detallados de temperatura —que pueden ser clave para controlar el calor urbano, salvar vidas y planificar para un futuro más cálido—.
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La ciudad de Reno, Nevada, está batiendo récords de una forma que no le gusta: un análisis de 2024 de 241 ciudades mostró que Reno se ha calentado más rápido que cualquier otra ciudad de Estados Unidos.
Mientras que el país en su conjunto se calentó una media de 2,6 grados Fahrenheit (1,4 grados Celsius) entre 1970 y 2023, Reno experimentó un aumento de 7,6 grados (4,2 grados Celsius). La ola de calor que azotó Reno en julio de 2024 se convirtió en el mes más caluroso de la historia documentada de la ciudad.
El calor de Reno no está repartido uniformemente. En verano, los barrios cercanos al aeropuerto parecen hornos comparados con las casas más acomodadas, a la sombra de los álamos, cerca del río Truckee. Las aceras de los centros comerciales y casinos del centro de la ciudad, repletas de pavimento, ofrecen poco alivio, mientras que las de los barrios verdes del sur de Reno son más amables. El termómetro principal de la ciudad, situado en el aeropuerto, no dice nada sobre esas diferencias.
Y resulta que los satélites de medición de la temperatura tampoco lo hacen, ya que su resolución es demasiado gruesa.
Por eso, un día despejado y caluroso de agosto, junto con otros 75 voluntarios con sus propios sensores y vehículos, me encontré colocando un sensor similar a un tubo de buceo en la ventanilla de mi auto. Nos dividimos en 20 rutas y recorrimos Reno por la mañana, por la tarde o por la noche. Mi compañero y yo hicimos un lento recorrido nocturno por el barrio de Galena, donde las grandes y exuberantes propiedades —el precio promedio de una vivienda supera el millón de dólares— están flanqueadas por parches de arbustos de artemisas. Incluso a las 7 p. m., la temperatura era de 92 grados Fahrenheit (33,3 grados Celsius).
Cuando terminamos el recorrido, había anochecido y el termómetro de mi auto había bajado a 83 grados Fahrenheit (28,3 grados Celsius). Pero cuando nos dirigíamos a la estación de voluntarios en el centro de la ciudad, el indicador volvió a subir hasta los 89 grados Fahrenheit (31,6 grados Celsius). Estos desniveles son habituales en las ciudades y se comentan a menudo, pero rara vez se miden y cartografían con precisión.

Reno es la ciudad que más rápido se calienta en EE.UU., según un análisis de 241 comunidades estadounidenses realizado en 2024 por la organización sin ánimo de lucro Climate Central. Alaska ocupa el primer puesto en el análisis de los estados de EE.UU.
Hoy en día, localizar con precisión las zonas más calurosas de las ciudades es fundamental para orientar los esfuerzos destinados a combatir los peligrosos efectos del calor. A medida que el cambio climático trae consigo olas de calor más intensas, frecuentes y duraderas, también aumentan las enfermedades y muertes relacionadas con el calor. Los mapas de alta resolución pueden alertar a las autoridades de los lugares con mayor riesgo para que puedan planificar. Es especialmente importante cuando el riesgo de calor coincide con la pobreza, donde las comunidades pueden tener menos acceso al aire acondicionado y menos formas de mantenerse frescas.
Los mapas elaborados con los sensores “nos ayudarán a determinar, a nivel de calle, dónde podemos plantar más árboles para ayudar a la gente a soportar mejor los días más calurosos del verano”, afirma Brian Beffort, responsable de sostenibilidad del condado de Washoe, donde se encuentra el área metropolitana de Reno-Sparks. Los mapas también orientarán sobre dónde centrar los esfuerzos para climatizar los edificios de modo que necesiten menos energía para enfriarse.
Las campañas para registrar las temperaturas en los barrios de las ciudades y crear mejores mapas de calor van en aumento. Reno es una de las más de 80 comunidades estadounidenses que desde 2017 han completado un proyecto de cartografía del calor con la ayuda de científicos ciudadanos, esfuerzos supervisados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). La NOAA también ha apoyado algunas iniciativas internacionales de cartografía en ciudades como Nairobi, Kenia, y Salvador, Brasil.
Las autoridades locales están utilizando los datos para planificar cómo adaptarse y combatir el aumento de las temperaturas urbanas. Algunos han empezado a plantar árboles, instalar materiales reflectantes y tomar otras medidas para enfriar los puntos calientes.

Los voluntarios Baker Perry, climatólogo del estado de Nevada, y Mary Weber forman equipo para registrar las temperaturas en una de las 20 rutas de la campaña de mapeo del calor de Reno en el verano de 2024.
CRÉDITO: BAKER PERRY / U. NEVADA RENO
Puntos calientes dentro de islas de calor
Las ciudades tienden a ser más cálidas que los espacios abiertos que las rodean, un fenómeno bien conocido llamado efecto isla de calor. Las carreteras, los espacios para estacionamiento de vehículos y los tejados tienden a absorber más calor que el suelo y la vegetación. Los edificios añaden superficies que retienen el calor y reducen la circulación de las brisas refrescantes. Las actividades humanas, desde el funcionamiento de vehículos y electrodomésticos hasta la mera existencia (pensemos en el calor corporal), emiten lo que se denomina calor antropogénico.
El cambio climático está amplificando este efecto. Aunque la temperatura media global del aire ha aumentado unos 2 grados Fahrenheit (1,1 grados Celsius), “el sobrecalentamiento en las ciudades es realmente entre cinco y seis veces mayor”, afirma Mat Santamouris, arquitecto científico de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia. En Sídney, donde vive, el número anual de días con una temperatura media diaria de 24 horas superior a 65 grados F (18 grados C) —un umbral de confort térmico sin necesidad de refrigeración— se ha multiplicado por más de tres desde 1990, un aumento 10 veces superior al de las zonas naturales circundantes. Durante las olas de calor, el efecto isla de calor suele magnificarse, y las diferencias de temperatura entre las zonas urbanas y las no urbanizadas aumentan aún más.
El efecto isla de calor no es uniforme dentro de una ciudad, y los mapas de calor pueden coincidir con disparidades raciales y de clase. Las zonas acomodadas suelen tener más árboles, parques y fuentes de agua, mientras que las comunidades más pobres tienen más superficies pavimentadas que absorben el calor y menos árboles. Esto se traduce en un mayor riesgo para algunas personas a medida que suben las temperaturas.
El calor excesivo es uno de los riesgos meteorológicos más peligrosos. Durante las olas de calor, las enfermedades relacionadas con el calor pueden aumentar hasta un 11 % por cada grado Celsius (1,8 grados Fahrenheit) de aumento del aire circundante. Un análisis de los datos sobre temperatura y salud recogidos en los meses de verano en California reveló que un aumento de 10 grados Fahrenheit en la temperatura se asociaba a un incremento del 2,3 % en el número de muertes. Las olas de calor provocan más visitas a los servicios de urgencias, siendo los niños pequeños y los mayores de 65 años los más expuestos. También aumentan las hospitalizaciones por problemas renales, enfermedades cardiovasculares, diabetes y desequilibrios electrolíticos.

Los voluntarios que realizan los mapas de calor colocan un sensor similar a un tubo de snorkel en las ventanillas de sus vehículos antes de recorrer las rutas asignadas. Los sensores recogieron lecturas de temperatura y humedad cada segundo.
CRÉDITO: ULA CHROBAK
Quizá resulte sorprendente que los responsables municipales que trabajan para prepararse mejor ante las olas de calor no sepan dónde se espera el calor urbano más extremo. Basarse en los datos de temperatura de los satélites proporciona un mapa relativamente tosco: la investigación climática se ha basado históricamente en la teledetección, compuesta por píxeles que corresponden a cuadrados de 30 por 30 metros —y aunque es útil para representar patrones meteorológicos y climáticos más amplios, pasa por alto muchas cosas—. Los proyectos comunitarios de mapas térmicos llenan esas lagunas registrando la temperatura y la humedad cada segundo en lugares precisos, a metro y medio por encima de la carretera, mientras los voluntarios recorren las rutas asignadas.
“Un satélite no puede decirte cómo te sientes cuando caminas por la calle”, afirma Max Cawley, director de investigación y compromiso climáticos del Museo de la Vida y la Ciencia de Durham, Carolina del Norte, que ayudó a coordinar una campaña de mapeo voluntario del calor en esa zona.
Las campañas de voluntarios de mapeo del calor han revelado disparidades de hasta 20 grados Fahrenheit (unos 11 grados Celsius) entre partes de una misma ciudad, afirma Joey Williams, director de programas de la consultora de adaptación climática CAPA Strategies, que trabaja con datos de ciudades en colaboración con la NOAA. En un estudio realizado en 2019 en el que se analizaron datos de satélites y de sensores instalados en automóviles tomados en campañas realizadas en tres ciudades del Atlántico medio, Williams y sus coautores descubrieron microclimas muy marcados dentro de una misma ciudad, con temperaturas que variaban en más de 15 grados F (unos 8 grados C). En una ciudad mediana o grande en un día de más de 90 grados Fahrenheit (32 grados Celsius), es típico ver diferencias de al menos 10 grados F, afirma.
En Reno, las mediciones que ayudé a realizar el verano pasado revelaron una diferencia de temperatura máxima de 23 ºF (unos 13 ºC). Parte de esa diferencia se debía a la altitud, ya que algunos barrios se encuentran unos cientos de metros más arriba. Aun así, los barrios del sur de Reno con amplios espacios verdes eran unos 10 grados F más frescos en la tarde del día del mapa en comparación con las zonas más céntricas, cercanas a autopistas y áreas industriales. En algunos suburbios con menos vegetación de la ciudad adyacente de Sparks también hacía calor.

Investigadores utilizaron datos de la campaña de mapeo del calor del verano de 2024 en Reno para elaborar mapas que muestran el rango de temperaturas en toda la zona. Por la tarde, había una diferencia de más de 10 grados Fahrenheit entre las zonas más calurosas (rojo) y las más frescas (azul) de la ciudad. El sur de Reno —con campos de golf, árboles maduros y espacios abiertos con arbustos de artemisa— era una de las zonas más frescas, mientras que las zonas industriales y pavimentadas cercanas a las autopistas las más calientes.
CRÉDITO: CAPA STRATEGIES
Dónde invertir en refrigeración
En muchas comunidades, los datos de las campañas de calor ya se están utilizando para seleccionar los puntos más necesitados de recursos de refrigeración.
Tras una campaña de mapeo en Toledo, Ohio, los funcionarios descubrieron que los puntos calientes de la ciudad a menudo se solapaban con los tramos censales identificados por la herramienta de detección de justicia climática y económica de la administración Biden como carentes de inversión comercial y sobrecargados por la contaminación. (En enero de 2025, la administración Trump eliminó la herramienta de mapeo y las referencias al proyecto de los sitios web del gobierno). Algunas partes de la ciudad tenían 11 grados F más que otras a media tarde del día del mapa de verano. La coordinadora de sostenibilidad de la ciudad, Beatrice Miringu, afirma que los datos ayudaron a conseguir una subvención de 6,1 millones de dólares para plantar más de 10.700 árboles, financiada por la Ley de Reducción de la Inflación de 2022.
En la zona de Raleigh-Durham, en Carolina del Norte, Cawley afirma que los datos de los mapas de calor de la campaña 2021 están ayudando a las autoridades a identificar las calles que deben rociarse con dióxido de titanio reflectante, un recubrimiento que ayuda a reducir las temperaturas a nivel de la calle. También se exponen en el Museo de la Vida y la Ciencia y se incorporan a los planes de estudios de física e historia de las escuelas públicas.
Las organizaciones vecinales también pueden utilizar los datos para informar sobre la seguridad frente al calor, por ejemplo, llamando o enviando mensajes de texto a la gente cuando las temperaturas alcancen niveles peligrosos.
“El calor tiene un impacto hiperlocal. Pone en peligro a la gente de forma muy diferente barrio por barrio, y a veces manzana por manzana”, dice Cawley. “La gente afectada debería tener mucho que decir sobre cómo se mitiga y soluciona”. Algunos barrios, por ejemplo, podrían necesitar ayuda inmediata para pagar el aumento del uso del aire acondicionado; después de todo, los árboles necesitan años para crecer y dar sombra.
A menudo, la forma más eficaz de ampliar la cobertura arbórea es mantener la salud de los árboles existentes en lugar de solo plantar nuevos —aunque estas labores de mantenimiento son más caras y tienen menos cobertura mediática, afirma Erica Smith Fichman, guardabosques del Departamento de Parques y Ocio de Filadelfia, donde los funcionarios utilizan los datos de los mapas de calor para diseñar los planes forestales de la ciudad—.

La campaña de mapeo del calor de Toledo, Ohio, ayudó a la ciudad a identificar las zonas con temperaturas más altas que se verían beneficiadas con más siembra de árboles.
CRÉDITO: BEATRICE MIRINGU
Los datos de Reno y otros lugares también ayudarán a mejorar los modelos climáticos locales y, por tanto, a predecir mejor los efectos del calentamiento a nivel de calle, afirma John Mejía, climatólogo del Instituto de Investigación del Desierto de Nevada. Mejía dirigió una iniciativa similar en Houston y asesoró otra en Las Vegas. Ha construido un modelo climático urbano de Las Vegas que puede utilizar para “jugar a ser Dios” y, por ejemplo, añadir más árboles a la simulación para observar su efecto sobre las temperaturas. “Podemos utilizar los datos de los mapas de calor para contrastar el resultado del modelo con las observaciones”, añade, mejorando así el modelo.
Diseñar para las ciudades sobrecalentadas
A medida que más y más ciudades pongan en marcha medidas para mitigar el calor, se seguirá de cerca su impacto en el efecto isla de calor. La investigación sugiere que los planes bien diseñados deberían aliviar la situación, dice Santamouris, coautor de un estudio sobre el sobrecalentamiento urbano publicado en el Annual Review of Environment and Resources de 2023.
La vegetación por sí sola puede reducir las temperaturas máximas en hasta 2 grados Fahrenheit, y aunque los árboles obviamente dan sombra, también liberan vapor de agua, que puede enfriar el aire en climas más secos, dice. Los tejados y las aceras cubiertos de material reflectante de color claro para que absorban menos calor pueden reducir la temperatura hasta 3 grados F. En conjunto, las superficies frescas y la vegetación pueden reducir las temperaturas máximas hasta unos 5 grados F durante el día y aún más por la noche, afirma Santamouris.
Las superficies innovadoras pueden ser aún más beneficiosas. El equipo de Santamouris, por ejemplo, trabaja en nuevos materiales “superfríos” que pueden reducir las islas de calor en 9 grados F (unos 5 grados Celsius).
Los tratamientos térmicos adecuados dependen del clima de cada región, afirma James Voogt, climatólogo urbano de la Western University de Ontario, Canadá, coautor de un artículo sobre ciudades y cambio climático publicado en el Annual Review of Environment and Resources de 2020. En zonas cálidas y húmedas, afirma, es crucial aumentar la ventilación para evacuar el calor. En el sudeste asiático, por ejemplo, tiene sentido diseñar los edificios con huecos que permitan que la brisa fresca serpentee a través de las estructuras. Donde el aire es seco, como en el suroeste de Estados Unidos, es más importante añadir sombra.
Los investigadores, funcionarios locales y líderes de organizaciones sin ánimo de lucro que trabajaron en las campañas de mapeo del calor en varias ciudades siguen colaborando, dice Tom Albright, climatólogo estatal adjunto y geógrafo de la Universidad de Nevada, Reno, que ayudó a organizar la campaña de Reno. “Puede que haya cuestiones científicas que solo podamos abordar con eficacia si tenemos la ventaja de analizar varias comunidades”.
El ejercicio también abrió los ojos a algunos de los voluntarios de la cartografía del calor, revelando hasta qué punto la experiencia del calor varía de un barrio a otro, para bien o para mal. En Toledo, dice Miringu, recibió comentarios de participantes que nunca habían estado en ciertas partes de la ciudad antes de registrar las temperaturas allí. “Fue toda una constatación. Si conduces por una zona sin dosel y luego entras en una zona con dosel, se produce ese cambio repentino en cómo te sientes”, dice. “Hace que esa información deje de ser un dato para convertirse en una experiencia”.
Y aunque el reto de superar el cambio climático global pueda parecer a menudo imposible, los esfuerzos por enfriar las ciudades son una forma de que las comunidades intenten hacerle frente, al menos en su pequeña parcela de la Tierra. En cuanto a las islas de calor urbanas, “soy bastante más optimista y creo que no vamos a ver que se aceleran”, afirma Albright. “Creo que tenemos mucha más capacidad para controlarlo localmente”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-032625-1
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