Una mirada a la extravagante y salvaje vida de las tijeretas
Cortejo elaborado, paternidad devota, naturaleza gregaria (y canibalismo ocasional): las tijeretas tienen mucho a su favor.
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A poca gente le gustan las tijeretas, con sus amenazadoras pinzas abdominales —ya sea si se pasean por su piso, como si se acomodan en los pliegues de su tienda de campaña o se dedican a sus propios asuntos—.
Los científicos también les han dado poca importancia, en comparación con la atención aparentemente infinita que han prestado a insectos sociales como las hormigas y las abejas.
Sin embargo, hay un puñado de excepciones. Algunos investigadores han tomado decisiones profesionales conscientes para indagar en el mundo subterráneo y oculto de las tijeretas, y han descubierto que estas criaturas son sorprendentemente interesantes y sociables, aunque no precisamente entrañables.
Los trabajos de los años noventa y principios de este siglo se centraron en el cortejo de las tijeretas. Estos intrincados espectáculos de atracción y repulsión —en los que las pinzas y las antenas desempeñan un papel destacado— pueden durar horas, y el apareamiento en sí hasta 20 horas, al menos en una especie de Papúa Nueva Guinea, Tagalina papua. Las hembras suelen decidir cuándo han tenido suficiente, aunque los machos de algunas especies utilizan sus pinzas para sujetar al objeto de su deseo.
Los machos de Marava arachidis (que suele encontrarse en plantas de manufactura de harina de huesos y mataderos) son especialmente coercitivos, afirma el entomólogo Yoshitaka Kamimura, de la Universidad de Keio, Japón, que lleva 25 años estudiando el apareamiento de las tijeretas. “Muerden las antenas de la hembra y utilizan un pequeño gancho en sus genitales para atraparlas dentro de su aparato reproductor”.
El tamaño importa
Las tijeretas hembras recogen esperma en una o varias bolsas internas y pueden utilizarlo para fecundar varias crías, por lo que no necesitan aparearse de nuevo. Lo único que pueden hacer la mayoría de los machos es añadir su propio esperma, pero Kamimura ha visto a machos de Euborellia pallipes eliminar el esperma de otros machos utilizando una parte alargada de su peculiar pene.
Es mejor si las hembras pueden evitar que esto ocurra, porque pueden ser exigentes con los machos con los que se aparean. Esto puede explicar por qué, en algunas especies, los genitales masculinos y femeninos han aumentado de tamaño como parte de una especie de carrera armamentística evolutiva en la que los machos se benefician del acceso a la bolsa y las hembras de mantenerlos fuera. En las tijeretas Echinosoma horridum, los genitales del macho son casi tan largos como el resto de su cuerpo, y los de la hembra casi cuatro veces más largos que el resto del suyo.
Por fascinantes que sean, las aventuras amorosas de las tijeretas no fueron lo primero que llamó la atención de Kamimura. Más bien le intrigó la dedicación de las hembras a sus crías. “Cuando era estudiante, molesté accidentalmente a una tijereta que cuidaba de sus huevos en nuestro jardín”, recuerda. “Se escapó, pero volvió al día siguiente. Me interesó mucho y empecé a criar tijeretas”.
Cultive sus propias tijeretas
El cuidado que las tijeretas proporcionan a sus huevos también se ha convertido en objeto de estudio en Europa, donde el entomólogo Mathias Kölliker, de la Universidad de Basilea, Suiza, inició hace casi 20 años una oleada de investigaciones de laboratorio sobre la tijereta europea ––Forficula auricularia––. “Conseguir que se reprodujeran de forma continua durante varias generaciones fue un gran reto”, recuerda. “Las hembras ponían huevos, pero no se desarrollaban y nunca eclosionaban”.
Resultó que los huevos, que se ponen a finales de otoño y eclosionan en enero, necesitan el frío invernal para iniciar su desarrollo. Así que los científicos idearon un régimen de laboratorio que enfriara, pero no matara, los huevos. “Nos llevó unos dos años”, explica Kölliker.
En 2009, Kölliker contrató al entomólogo Joël Meunier, que sigue estudiando las tijeretas en la Universidad de Tours, Francia, y escribió una revisión de la biología y la vida social de las tijeretas para el Annual Review of Entomology. Las tijeretas requieren mucho mantenimiento. Si se trabaja con moscas de la fruta, se pueden criar 10 generaciones en pocos meses, pero las tijeretas tardan mucho más... Y todas se mantienen en placas de Petri separadas —miles de ellas— que tenemos que abrir dos veces por semana para reponer la comida”.
“Creo que esta es una de las razones por las que poca gente trabaja en ellas. Pero son muy fascinantes”.
Esquivar a los machos
El meticuloso cuidado de los huevos por parte de la hembra tiene al menos dos funciones importantes. En primer lugar, utiliza un pequeño cepillo en sus piezas bucales para eliminar las esporas de hongos que pueden matar los huevos. En segundo lugar, como descubrieron Kölliker, Meunier y sus colegas, aplica hidrocarburos que repelen el agua para evitar que se sequen.
Los machos que intentan acercarse al nido son ahuyentados agresivamente, y con razón, dice Meunier. “Una vez, cuando estábamos en el campo en Italia para recoger tijeretas, encontramos un macho y una hembra juntos con una nidada de huevos. Nos emocionamos mucho: vaya, cuidado biparental, ¡genial! Así que los llevamos al laboratorio. Pero lo que realmente observamos fue que la hembra estaba muy estresada, mostrando mucha agresividad hacia el macho, mientras que el tamaño de la puesta disminuía continuamente”.
Resulta que a los machos les encanta comerse los huevos, incluso los que han engendrado. Para ahuyentarlos, las hembras levantan el abdomen y muestran sus pinzas. Por si fuera poco, pueden utilizar las pinzas para herir al macho, incluso para cortarlo por la mitad. (Por aterradoras que parezcan, las pinzas no pueden dañar en absoluto a las personas, afirma Meunier).
Las tijeretas también pueden rociarse unas a otras con secreciones defensivas que también pueden tener propiedades antimicrobianas. “Suelen utilizar esas secreciones cuando se encuentran con otras”, dice Meunier. “Quizá eso también evite la propagación de enfermedades”.
Por lo que saben los científicos, estas secreciones son inofensivas para el ser humano. Pero como contienen derivados de la quinona, que también se encuentran en sustancias como la henna, tienen algunos efectos secundarios peculiares. “Cuando te manchan mucho las manos”, dice Meunier, “se ponen azules, como un moretón, y estas marcas pueden durar toda la semana”.
Las secreciones huelen muy bien, dice Kölliker. “Cuando tenía alguna visita en el laboratorio, a veces cogía una tijereta y se la ponía delante de la nariz. La verdad es que tiene un olor muy agradable, como a tierra”. La gata de Kölliker no lo apreció tanto cuando lo probó con ella: “Se echó para atrás inmediatamente”, dice.
Madres sobreprotectoras
Sorprendentemente, el reciente trabajo de Meunier sugiere que las crías de tijeretas pueden pagar un precio por la protección de su madre. En las tijeretas europeas y otras especies, aunque las ninfas que salen de los huevos pueden alimentarse solas al cabo de un par de días, las madres suelen quedarse con ellas unas semanas después de su eclosión. Sin embargo, al menos en el laboratorio, eso no parece aumentar las posibilidades de supervivencia de las ninfas.
“En el mejor de los casos, la presencia de la madre no cambia nada”, dice Meunier. “En el peor, las ninfas que crecen con su madre tienen menos probabilidades de llegar a adultas y se convertirán en adultas más pequeñas”. No está claro por qué. Pero las cosas pueden ser distintas en la naturaleza, donde las tijeretas macho o depredadores como las arañas suponen una amenaza, por lo que es más seguro quedarse con mamá.
La propia madre parece beneficiarse. Meunier ha observado que, en cuanto emergen las ninfas, se comen los ácaros parásitos que suelen molestar a las hembras reproductoras. Y una vez que empiezan a buscar comida por su cuenta, las heces que dejan por todo el nido pueden ser alimento para su madre y ayudarla a producir una segunda nidada. Las ninfas también se dan un festín con las heces de las demás, a veces directamente de la fuente.
Las voraces ninfas no se detienen ahí: las ninfas de la tijereta Anechura harmandi casi siempre se comen a su madre. “Ocurre en todas las familias”, dice Meunier, “y ayuda a las ninfas a crecer”.
Reunámonos
Con toda esta agresividad y canibalismo, cabría esperar que las tijeretas adultas que no buscan activamente pareja se evitaran unas a otras, y en muchas especies lo hacen. Sin embargo, las tijeretas europeas se agrupan regularmente por cientos, a veces mezclándose con otras especies de tijeretas.
Un trabajo reciente del laboratorio de Meunier demostró que las tijeretas europeas que crecieron en grupo son más propensas a buscar compañía de adultas que las criadas en aislamiento, y las hembras alejadas de estos grupos pueden estresarse tanto que son más propensas a sucumbir a infecciones fúngicas.
“No tenemos ni idea de por qué”, dice Meunier. “Quizá sea más sano vivir juntos. O quizá, simplemente, les gusta la compañía”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-010925-1
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