Cómo los agricultores pueden ayudar a rescatar a las aves acuáticas
Grullas, playeros aliblancos, patos, gansos y muchas otras aves acuáticas han perdido puntos de descanso esenciales en sus rutas migratorias estacionales. La agricultura respetuosa con las aves puede ayudar a llenar esos vacíos.
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James Gentz ha visto pájaros en abundancia en su plantación de arroz y cría de cangrejos en el este de Texas: gansos blancos y patos rabudos, espátulas y cercetas. La pareja de grullas trompeteras, sin embargo, le pareció “magnífica”. Estos gigantes de cuello largo, en peligro de extinción, llegaron en 2021 y se dispusieron a construir un nido en medio de sus campos inundados. “Me encantaba verlas”, dice Gentz.
No todos los agricultores están encantados de acoger aves. A algunos les preocupa la propagación de la gripe aviar, a otros que las aves se coman una buena parte de sus valiosos cultivos. Pero al tiempo que la inestabilidad del clima trae poca agua, temperaturas desorbitadas y tormentas caóticas, el destino de la producción humana de alimentos y el de las aves está cada vez más vinculado —con las mismas anomalías climáticas que perjudican a las aves afectando también a la agricultura—.
En algunos lugares, la cooperación de los agricultores es fundamental para que sigan existiendo grullas trompeteras y otras especies de aves acuáticas dependientes de humedales, cerca de un tercio de estas especies están experimentando descensos. El número de aves acuáticas (patos y gansos) se ha reducido en un 20 % desde 2014, y las aves limícolas de patas largas, como los playeros aliblancos, han sufrido grandes pérdidas de población. Biólogos conservacionistas, organizaciones sin ánimo de lucro, agencias gubernamentales y los propios agricultores están redoblando sus esfuerzos para garantizar la supervivencia y la prosperidad de cada especie. Con el apoyo federal en el punto de mira de la administración Trump, su trabajo es más importante (y está más amenazado) que nunca.
Sus colaboraciones, ya sean nacionales o internacionales, son muy específicas, porque las distintas regiones sustentan diferentes tipos de agricultura —praderas o humedales profundos o poco profundos, por ejemplo, favorecidos por distintos tipos de aves—. La clave de estos esfuerzos es conseguir que a los agricultores les resulte rentable mantener —o modificar— las prácticas para satisfacer las necesidades de forraje y hábitat de las aves.

Una pareja de grullas trompeteras. El avistamiento de aves carismáticas como estas en sus tierras puede inspirar a los agricultores a hacer que sus explotaciones sean respetuosas con las aves acuáticas.
CRÉDITO: SARA ZIMORSKI / LOUISIANA DEPARTMENT OF WILDLIFE AND FISHERIES
Las granjas tradicionales de arroz y cangrejos de río de Luisiana, así como las del rincón de Gentz en Texas, imitan los humedales naturales de agua dulce que se están perdiendo debido a la intrusión de agua salada por el aumento del nivel del mar. El arroz crece en campos que se inundan para mantener a raya las malas hierbas; los campos se drenan para cosecharlos en otoño. Luego se vuelven a inundar para cubrir los cangrejos de río enterrados en el lodo, que se recogen a principios de primavera, y el ciclo vuelve a empezar.
Esa segunda inundación coincide con la migración otoñal —un comportamiento genético y aprendido que determina dónde y cuándo vuelan las aves— y atrae a cantidades masivas de garcetas, garzas, avetoros y cigüeñas que se alimentan de los crustáceos, así como de renacuajos, peces e insectos del agua.
En una granja biodiversa de arroz y cangrejo de río, “se pueden ver 30, 40, 50 especies de aves, anfibios, reptiles, de todo”, dice Elijah Wojohn, biólogo de conservación de aves costeras de la organización sin ánimo de lucro Manomet Conservation Sciences, en Massachusetts. En cambio, si los agricultores cambian a una producción de maíz y soya menos intensiva en agua en respuesta a las presiones climáticas, “verás mapaches, ciervos, cuervos, eso es todo”. Wojohn confía a menudo en el boca a boca para enganchar a los agricultores con la conservación; uno de ellos aprendió a ver zarapitos, con sus grandes y curvados picos, se “entusiasmó” con ellos y se lo contó a todos sus amigos agricultores. Según Wojohn, este diálogo entre agricultores es la forma de cambiar las cosas en un grupo a veces reacio al cambio.
En el delta del Misisipi y en California, donde el arroz se cultiva generalmente sin crustáceos, organizaciones conservacionistas como Ducks Unlimited llevan mucho tiempo aumentando los ingresos y el poder de permanencia de los agricultores ayudándoles a cobrar por inundar los campos en invierno para los cazadores. Esto atrae a patos y gansos invernantes —considerados una “cosecha” extra— que engullen los restos de arroz y plantas de estanque; las aves también ayudan a descomponer los tallos de arroz para que los agricultores no tengan que retirarlos. El objetivo de Ducks Unlimited es sencillo, dice el director de innovación en conservación, Scott Manley: que los arroceros sigan cultivando arroz. Esto es especialmente importante ya que el cambio climático lo hace más difícil. En 2024 se produjo un gran impulso: la organización conservó un millón de acres para las aves acuáticas.

Un agricultor de Luisiana cosecha cangrejos de río antes de drenar los campos para plantar arroz. Las granjas de arroz y cangrejos de río son cruciales para las aves acuáticas a medida que desaparecen los humedales naturales.
CRÉDITO: RICHARD ELLIS / ALAMY STOCK PHOTO
Algunas estrategias pueden ser contraproducentes. En el centro de Nueva York, donde la escasez de hielo invernal ha hecho que las aves acuáticas se queden más allá de su época habitual de migración, los gestores de la vida salvaje y los fideicomisos de tierras están comprando tierras de labranza menos productivas para plantarlas con pastos autóctonos; estos dan combustible migratorio a los patos cuando no crece mucho más. Pero existe la posibilidad de que esto produzca demasiadas aves para la tierra disponible en sus zonas de cría a la que regresarán, dice Andrew Dixon, director de ciencia y conservación del Mohamed Bin Zayed Raptor Conservation Fund de Abu Dhabi, y coautor de un artículo sobre la genética de la migración de las aves en el Annual Review of Animal Biosciences de 2024. Esto puede dañar los ecosistemas destinados a servirlas.
Recientemente han surgido iniciativas de conservación que abarcan continentes y miles de kilómetros. Uno de ellos pretende proteger al correlimos canelo. En su migración de 18.000 millas (25.750 kilómetros) hacia y desde el Alto Ártico, donde anidan, las aves experimentan un hambre extrema —hiperfagia— que las obliga a devorar vorazmente insectos en pastos cortos donde proliferan los bichos. Pero muchas paradas a lo largo de la ruta de ida y vuelta de las aves están amenazadas. Hay escasez de agua que afecta a la agricultura en Texas, donde las aves se alimentan en los campos de cultivo de césped; pérdida y degradación de pastizales en Paraguay; y en Colombia, conversión de tierras forrajeras en pastos exóticos y arrozales que estas aves no pueden utilizar.
Los conservacionistas afirman que es fundamental proteger el hábitat de los correlimos canelos a lo largo de toda su ruta y garantizar que los inviernos que pasan estas pequeñas aves playeras en las lagunas costeras de Uruguay sean una fiesta alimentaria. Para ello, Joaquín Aldabe, especialista en conservación de Manomet, en colaboración con el Ministerio de Agricultura uruguayo, ha enseñado hasta ahora a 40 ganaderos locales a mejorar sus prácticas de pastoreo. La rotación de los animales de un pastizal a otro permite que los pastos tengan la longitud adecuada para que los insectos prosperen.

Los correlimos canelos, como este, se alimentan de insectos que crecen en los pastos cortos del ganado. Un proyecto uruguayo anima a los ganaderos a adaptar sus prácticas de pastoreo para que los insectos sigan abundando.
CRÉDITO: TOM WILBERDING / FLICKR
No hay soluciones fáciles en el noroeste de Norteamérica, donde la conservación de las aves está en crisis. La sequía extrema está provocando la desaparición de zonas de cría, lugares de muda y escalas migratorias. También está poniendo en peligro el sustento de los agricultores, que se ven obligados a vender tierras a promotores inmobiliarios. Desde el sur de Oregón hasta el centro de California, los aliados de la conservación han ofrecido incentivos monetarios a los agricultores de cereales con escasez de agua para que dejen atrás los restos de la cosecha con el fin de mejorar la supervivencia de los 1.000 millones de aves que pasan por allí cada año, y a los ganaderos para que rieguen los pastos no utilizados.
Una etapa traicionera de la ruta migratoria del noroeste es la reseca cuenca del Klamath, en Oregón y California. Durante tres años recientes, “no vimos aves migratorias. Es decir, el recuento máximo fue cero”, afirma John Vradenburg, biólogo supervisor del Complejo del Refugio Nacional de Vida Silvestre de la Cuenca del Klamath. Él y una miríada de socios privados, públicos e indígenas están trabajando para conseguir más agua para los habitantes humanos y aviares de la cuenca, ya que los humedales perennes se convierten en humedales estacionales, los humedales estacionales pasan a ser humedales temporales y los humedales temporales se convierten en tierras áridas.
El derribo de cuatro presas y un dique ha extendido el agua del río Klamath por todo el paisaje, creando nuevos arroyos y conectando campos de cultivo con humedales separados durante mucho tiempo. Pero para sacar el máximo partido hay que pensar con amplitud. La restauración de humedales —ahora en peligro por la pérdida de fondos de la actual administración— ayudaría a los agricultores afectados por la sequía a mantener altos los niveles freáticos. Pero, ¿y si los agricultores también pudieran recibir dinero extra para sus negocios a través de ecocréditos, similares a los créditos de carbono, por el trabajo que hacen esos humedales para filtrar y limpiar la escorrentía agrícola? ¿Y si los humedales pudieran funcionar como incubadoras acuícolas de alevines antes de repoblar los ríos? Las tribus Klamath están empeñadas en recuperar los peces c’waam y koptu, en peligro de extinción, y esto podría ayudarles a alcanzar ese objetivo.
A medida que los lugares tradicionales de descanso y nidificación de las aves se vuelven inhóspitos, una cuestión más preocupante es si las mejoras pueden producirse con suficiente rapidez. El ritmo vertiginoso del cambio climático da pocas oportunidades a las especies para adaptarse genéticamente, aunque algunas están cambiando su comportamiento. Eso significa que el trabajo de los conservacionistas para encontrar y asegurar tierras de cultivo y pastizales adecuados y favorables mientras las aves buscan nuevas rutas se ha convertido en una carrera contrarreloj.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-061625-1
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