Nadan y giran: conozca a las arañas acuáticas
Algunas hacen nidos dentro de conchas marinas, otras llevan burbujas de aire en la espalda. Las arañas que volvieron al agua desarrollaron muchas estrategias de supervivencia.
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Matorrales, cobertizos de herramientas, sótanos... esos son lugares en los que uno podría esperar encontrar arañas. Pero, ¿y en la playa? ¿O en un arroyo? Algunas arañas viven cerca del agua o, más raramente, dentro de ella: se meten en la base de los tallos de algas, tejen capullos herméticos en estanques o lagos, se esconden bajo piedras a la orilla del mar o de un arroyo.
“Las arañas son sorprendentemente adaptables, lo cual es una de las razones por las que pueden habitar este entorno”, afirma Ximena Nelson, bióloga del comportamiento de la Universidad de Canterbury, en Christchurch, Nueva Zelanda.
Encontrar arañas acuáticas o semiacuáticas es un trabajo difícil, dice Nelson. Ella y un estudiante han pasado cuatro años persiguiendo a una araña saltadora conocida como Marpissa marina por las playas llenas de cantos rodados que le gustan, pero con demasiada frecuencia, en cuanto consiguen encontrarla, vuelve a desaparecer bajo las rocas. Y, por desgracia, algunas arañas acuáticas pueden desaparecer por completo antes de llamar la atención de los científicos, ya que sus hábitats acuáticos desaparecen debido al cambio climático y otras actividades humanas.
Lo que sí saben los científicos es que docenas de especies de arañas descritas pasan al menos parte de su tiempo en el agua o cerca de ella, y es casi seguro que hay más por descubrir, afirma Sarah Crews, aracnóloga de la Academia de Ciencias de California, en San Francisco. También parece que las arañas han desarrollado preferencias acuáticas en varias ocasiones distintas a lo largo de la historia de este orden de artrópodos. Crews y sus colegas estudiaron las arañas y reportaron en 2019 que 21 familias taxonómicas incluyen especies semiacuáticas, lo que sugiere que el evento evolutivo ocurrió en múltiples ocasiones independientes. Solo unas pocas —ni siquiera el 0,3 % de las especies de arañas descritas— habitan a orillas del mar; muchas más se han encontrado cerca de agua dulce, dice Nelson.
No está claro qué indujo a estos exitosos animales terrestres a trasladarse a hábitats acuáticos. Las arañas, como grupo, probablemente evolucionaron hace unos 400 millones de años a partir de criaturas más corpulentas que acababan de abandonar el agua. Estos artrópodos carecían de la delgada cintura que lucen las arañas modernas. Según Geerat Vermeij, paleobiólogo y profesor emérito de la Universidad de California en Davis, es de suponer que las arañas que regresaron a la vida acuática lo hicieron atraídas por algo que comer o empujadas por las inseguras condiciones terrestres —ya que el agua les habría planteado grandes problemas de supervivencia—.
“Como dependen tanto del aire, no pueden hacer nada cuando están sumergidas, aparte de aguantar”, explica Vermeij. Las nuevas arañas acuáticas habrían tenido que competir con depredadores mejor adaptados a condiciones acuáticas, como los crustáceos, con una competencia especialmente feroz en los océanos, afirma Vermeij. Y si el agua inunda el sistema de circulación de aire de una araña, esta morirá, por lo que obviamente se necesitaron adaptaciones.
Pero las arañas, como grupo, ya poseen varias características favorables al agua, sugiere Crews. Tienen un exterior ceroso y repelente al agua, a menudo cubierto de pelos que atrapan convenientemente las burbujas de aire. Incluso tener ocho patas es útil, dice Nelson: las arañas pueden distribuir bien su peso mientras se deslizan por la superficie del agua o utilizar su octeto de apéndices para remar.
Sin embargo, algunas arañas llevan sus adaptaciones acuáticas al siguiente nivel. Pensemos en la Argyroneta aquatica, un arácnido superdotado que es el único conocido que lo hace todo bajo el agua: respirar, cazar, alimentarse de insectos y sus larvas y tener crías. Se encuentra en aguas dulces de Europa y partes de Asia. Teje un dosel submarino de seda y lleva burbujas de aire de la superficie a su hogar sumergido a través de los pelos de su cuerpo. Cuando sale, lleva una burbuja de aire más pequeña, como una pequeña escafandra autónoma, en la espalda.
Las arañas de la costa se enfrentan a condiciones particularmente desalentadoras, dice Nelson, coautora de un artículo sobre las adaptaciones de las arañas marinas para el Annual Review of Entomology de 2024. “Hay una zona de salpicaduras”, dice. “Es una especie de entorno salvaje”. Una araña puede estar cociéndose al sol en un momento y empapada en agua salada al siguiente. Algunas arañas suben y bajan de sus playas con las mareas; Nelson especula que podrían seguir los ciclos lunares para anticipar cuándo moverse.
Otras arañas marinas tejen nidos herméticos donde se esconden durante horas mientras sube la marea. M. marina, por ejemplo, busca conchas marinas con espacios cóncavos en los que tejer tiendas seguras. Otra araña, Desis marina, se esconde en asideros donde el alga toro se adhiere a las rocas, forra el interior del asidero con seda para crear una bolsa llena de aire y permanece sumergida hasta 19 días. D. marina solo emerge cuando baja la marea para cazar invertebrados, como los camarones.
Una araña que incluso se sumerja ocasionalmente en agua salada o coma mariscos salados también tendrá que mantener unos niveles internos de sal adecuados. “Presumiblemente, serán capaces de concentrar la sal de alguna manera y luego expulsarla”, dice Nelson. Los científicos no saben cómo lo consiguen las arañas marinas. Y al menos una araña de la zona intermareal, la Desis formidabilis del cabo de Sudáfrica, mantiene cómodamente una concentración interior de sal muy parecida a la de los crustáceos que come, según un estudio de 1984. (Es probable que las especies de agua dulce también necesiten adaptaciones porque su interior debe permanecer más salado que su entorno o su alimento, especula Vermeij).
Cuando una araña se esconde con un suministro de aire limitado durante días o semanas, los niveles de oxígeno también pueden convertirse en un problema crítico. Curiosamente, los investigadores han identificado variantes genéticas en las mitocondrias de las arañas acuáticas, que se alimentan de oxígeno y producen energía, que pueden ayudarlas a afrontar entornos con poco oxígeno. Estos cambios se asemejan a los cambios beneficiosos de los genes mitocondriales de las aves que viven en entornos de gran altitud y bajo oxígeno.
En otro estudio, los investigadores estudiaron los genes utilizados en las glándulas de seda de arañas acuáticas y terrestres. Descubrieron que la seda de las arañas acuáticas parece tener una elevada proporción del par de aminoácidos glicina y valina, que repelen el agua, lo que también podría ser una adaptación, sugieren.
Extinción progresiva
Pero todas las adaptaciones del mundo podrían no ser suficientes para salvar a algunas arañas de agua. La M. marina de Nelson, por ejemplo, parece ser muy exigente con las playas que ocupa. Los cantos rodados deben ser los adecuados, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños. Si el aumento del nivel del mar inunda las playas de M. marina, es posible que las arañas no tengan adónde ir, dice Nelson. “Así que esas arañas se perderán”.
Marco Isaia, aracnólogo de la Universidad de Turín, Italia, investigó los hábitats de humedales de la araña de balsa, Dolomedes plantarius. Isaia y sus colegas predijeron en un estudio de 2022 que, a medida que los humedales sigan desapareciendo, los hábitats disponibles para cada especie se reducirán más de un 25 % en una década y sus áreas de distribución ideales se desplazarán hacia el norte. A las arañas les resultaría difícil atravesar tierras áridas en busca de nuevos humedales y, de todos modos, los inviernos del norte de Europa podrían resultar demasiado fríos. “Se prevé que la pérdida y degradación de los hábitats de humedales tenga graves repercusiones en su supervivencia”, dice Isaia, “y un aumento de su riesgo de extinción”.
Dados estos riesgos, algunas arañas acuáticas podrían desaparecer antes de que la ciencia consiga conocerlas. “Sospecho que en cada lecho rocoso de playa o río hay probablemente arañas cuya existencia desconocemos”, afirma Nelson. “Porque se esconden”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner
10.1146/knowable-051424-1
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